Divorcio:

¿Un Problema que Debería Preocuparnos?

 

 

 

El divorcio, es un problema que ha crecido con el tiempo de una manera alarmante en todo el mundo. Cada año que pasa el número de matrimonios disueltos aumenta irremediablemente. Amigo lector, tal vez algún amigo, familiar, vecino o miembro de la iglesia donde te reúnes ha pasado o vive actualmente esta terrible situación. Y si no es así, pues damos gracias a Dios por ello. Cualquiera que sea el caso, por medio de estas palabras te invito a reflexionar en el tema.

 

Considero importante señalar que para una rama de nuestra sociedad el divorcio no es considerado como un problema, más bien se le considera como una opción más en la manera de vivir, de allí que muchas veces las leyes al respecto, son maniobradas al gusto de quienes las hacen y las aplican. La historia es una buena forma para probar esto, pues ella nos muestra como las culturas pasadas han apreciado y tratado con este conflicto. En ella podemos ver, como en muchas culturas antiguas, el divorcio fue otorgado “casi por cualquier causa.” En algunos casos encontramos el error de condenar solo la parte correspondiente a la mujer, siendo ésta, sometida a una investigación y castigo más severos en comparación con el varón. Además usted pude encontrar distintas manifestaciones de extremismo como el histórico caso de Enrique VIII rey de Inglaterra, quien deseando divorciarse de su esposa Catalina y no pudiendo bajo la religión católica adoptó la nueva filosofía traída por medio de Martin Lutero la cual si se lo permitía.

 

Considero que este es un tema de gran importancia, que debería preocuparnos, en especial a la iglesia. Todos aquellos que formamos parte de ella teniendo en cuenta que éste, en realidad, es una degeneración del matrimonio, la institución que Dios creó: “Y dijo Jehová Dios: no es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él… Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2.18, 24). Es por esto, que las únicas reglas que deberían tomarse en cuenta para su función, son aquellas que Dios estableció en su Palabra. Y evitar que éste sea guiado a la voluntad de los hombres y sus costumbres.

 

 

Debería preocuparnos por los efectos que éste tiene en todos los campos de nuestra sociedad. Principalmente en la parte emocional donde abarca no solo a la pareja sino a todos los que forman parte de la familia. En lo que a la recuperación de este problema se refiere, esta puede llevarse años, y en algunos casos no recuperarse jamás al causarse daños irreversibles. Las instancias de gobierno informan que el tiempo post-divorcio es una etapa sumamente difícil, y a la vez importante ya que marcará el camino a seguir para los que están envueltos en esta situación. Han encontrado que entre una serie de cambios que se tienen que hacer, uno de los resultados más comunes en los hijos es el romper las reglas, algo que un padre cristiano debe evitar lo más posible bajo cualquier circunstancia.

 

 

Debería preocuparnos por el efecto que este tiene en el aspecto religioso. En primer lugar, cuando un caso así ocurre en la familia cristiana, termina por alcanzar no solo a la familia carnal, sino también a la familia de la fe, aquellos con los cuales convivimos a diario. Sucediendo así que algunos terminan dejando la iglesia y perdiendo su salvación. Recuerdo que hace tiempo leí que alguien comparó el divorcio a un tatuaje, diciendo, “el divorcio; tatuaje que no se borra.” De esta forma quien se encuentra en esta condición, sufrirá efectos secundarios dondequiera que vaya, independientemente si tuvo culpa o no, si se arrepintió o no. ¿Le viene a la mente aquella persona que tiene tatuajes en su cuerpo y está buscando trabajo?

 

 

Debería preocuparnos por la influencia que el mundo ejerce por medio del divorcio. Mencioné antes, que al considerar la manera de apreciarlo en el pasado, o bien en la forma que se juzga en nuestro tiempo, vamos a encontrar una serie de incongruencias en las que se va desde un extremo hasta el otro, llegando incluso a caer en lo ridículo. Igual podemos encontrar los dos extremos, el divorcio “por cualquier causa” o bien, “por ninguna causa.” La degeneración crece y podemos encontrar “la unión libre” frase ilógica, pero que a su vez nos muestra la realidad de nuestro mundo. Como la noticia dada unos mese atrás (2011) por algunos legisladores en la capital mexicana donde se presenta una iniciativa en la que se propone la posible aprobación de matrimonios por un término de dos años, con la oportunidad de renovarse si así se desea, de la misma forma que lo fue en la cultura antigua de los Celtas, donde se unían en matrimonio por una cantidad de tiempo establecido y una vez que lo cumplían, volvían a ser libres. Lo cual es el camino para terminar con la ley de Dios de que el matrimonio es para toda la vida de dos personas o bien hasta que una de ellas muere (Rom. 7.2).

 

 

Quiero concluir este breve comentario diciendo, que el matrimonio es una institución creada por Dios. Por lo que es el mismo quien tiene el derecho de gobernar y regular cualquier situación, incluida la del divorcio. La Biblia, la cual es su voluntad, nos presenta una serie de leyes a este respecto y dice que Dios en primer plano “aborrece el repudio” (Mal. 2.16). Pero en un segundo lo tolera cuando éste es “por causa de fornicación” (Mt. 19.9), añadiendo luego la imposibilidad para volverse a casar cuando la fornicación no existe (1 Cor. 7.10-11). Por lo tanto es importante recordar que debemos observar las reglas establecidas por Dios: “Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron; Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5.29).