La Gracia de Dios

 

 

 

Alguien ha descrito la gracia como: “redención de Dios a expensas de Cristo.” Esta es una descripción bastante precisa de la gracia. La palabra gracia (χάρις) significa “favor.” Una persona que tiene el amor, la bendición y el favor de otro puede decirse que “tiene la gracia” de su benefactor. Los factores distintivos de la gracia de Dios son dos: 1) que la gracia de Dios es dada como un regalo y no se gana y 2) que la gracia de Dios es inmerecida.

 

La gracia de Dios es un regalo y no se gana

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Tim. 1:9).

 

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna” (Tito 3:4-7).

 

La gracia no es un salario por nuestras labores, tampoco un premio por ganar una competencia o un premio por nuestros esfuerzos. Es un regalo. Cuando un hombre no puede ganar ningún salario, no puede ganar ningún premio y no merece ningún beneficio, pero recibe un maravilloso regalo, ha recibido un favor o bondad inmerecida.

La gracia de Dios es inmerecida

“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.  Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:6-8).

 

“Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Tim. 12-16).

 

La gracia de Dios es más grande que nuestros pecados

 

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 1:6-9).

 

La gracia de Dios y su paciencia ilimitada hicieron posible perdonar el peor de los pecadores, el  apóstol Pablo.

 

Aunque los hombres están atrapados en el peor de los pecados, el poder de Dios es capaz de lavarlos y limpiarlos. Aunque nuestro corazón nos condene (1 Juan 3:18-20), la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7-9).

 

Cumplir las condiciones de Dios no niega la gracia de Dios, los siguientes ejemplos nos ayudan en la comprensión de esto: Mirando la serpiente de bronce (Núm.21:6-9), Dios les dio Jericó, pero la gente tuvo que tomarla (Josué 6:2, 16, 20), Naamán tuvo que sumergirse en el Jordán para ser sanado (2 Reyes 5:1-14), Un hombre ciego se lavó en el pozo de Siloé (Jn. 9:6-7, 10-14), Excepto que el hombre nazca de agua y del espíritu no puede entrar el reino de Dios (Juan 3:3-7), El lavamiento de la regeneración es la gracia de Dios trabajando (Tito 3:3-7), Dios está activo y el hombre pasivo en el bautismo.

 

(Material de estudio; reunión de predicadores en la Col. Guayulera, Saltillo Coahuila México)